Este
escrito fue originalmente publicado en Junio de 1997 en la Revista del Ejército
tal como puede apreciarse en foto anexa. Por su pertinencia en pleno Siglo
XXI, aqui me permito publicarlo nuevamente. Debajo de la imagen podrá leer la transcripción del documento original.
“Las cosas que importan lo más nunca deben estar a la
merced de las cosas que importan lo menos”
Johan W. Goethe.
Johan W. Goethe.
La
visión prospectiva de evolución mundial a partir de la “tercera ola”, planteada en la obra de Alvin Toffler, y la creciente interdependencia económica, cultural,
social, tecnológica y política que se desprende del concepto de “Aldea Global”, introducido por Marshall MC Luhan, describen el
revolucionario fenómeno que significa el vertiginoso avance de la información a
través del mundo. Este fenómeno ha acelerado los anteriormente lentos procesos
de cambios sociales, abriendo grandes brechas en los rígidos conceptos morales
y éticos, dando paso a una excesiva permisividad que ha destruido los diques de
lo que tradicionalmente se considera bueno o malo. Esto, entre otras consecuencias,
ha originado que las nuevas generaciones se estén formando con visión en la
percepción de la cosas, cada vez más diferente a las generaciones que las preceden;
diferencias estas que antes surgían de una manera lenta, dando la impresión que
varias generaciones eran muy parecidas y que ahora lo hacen de una forma casi
violenta, marcando diferencias abismales entre ellas.
A
estas nuevas generaciones pertenecen jóvenes grupos que según el historiador
norteamericano Cristopher Lash en su
obra “The Revolt of the Elites and the Betrayal of Democracy” (La Revuelta
de las Élites y la Traición a la Democracia, 1995), “Se trata de una elite volcada sobre sí misma, que vive en un mundo
totalmente abstracto, dentro del cual no hay contacto efectivo en la sociedad
que los rodea”. Bajo estas condiciones, muchas de las concepciones
tradicionales están siendo acorraladas y son atacadas desde todos los ángulos,
incluyendo el concepto que interesa para el enfoque de este artículo, el de autoridad.
Vivimos
una época muy difícil para la autoridad. Las nuevas costumbres la atacan con
furia, el amplio contexto de leyes que buscan la armonía y el bienestar entre
los seres humanos, tienden a debilitarla, hay problemas con la autoridad tanto
en el hogar como en la industria, a nivel del Estado, e la Iglesia, en la
calle, etc. En fin, la corriente ideológica que pregona y enseña sobre libertad
e igualdad, en contrapartida, ha debilitado a la autoridad ya que el concepto
de esta última pareciera ser contrario al de los anteriores. Se deberá dedicar
tanto tiempo y entusiasmo a educar a las jóvenes generaciones en la autoridad,
como se dedica a educar en la libertad, y sobre todo, a no oponer jamás ambos
conceptos.
Jefe
y autoridad son conceptos inseparables, ni la autoridad se concibe sin jefe, ni
se concibe un jefe sin autoridad. Al respecto expresa el Coronel Juan Arancibia De Torres en su obra “El Jefe y sus Cualidades”. (Editorial: San Martin, 1989)
“La autoridad es inherente al jefe y
encuentra su razón de ser así como sus límites, en la búsqueda del bien común.
La obediencia del jefe se justifica precisamente por el hecho de quien está
revestido oficialmente de autoridad, sirve realmente al bien común”
Cuando
hablamos de jefes, no nos estamos limitando solamente a aquellos que ocupan el
vértice de la pirámide de las distintas organizaciones; hay que referirse a todo
el que de alguna u otra manera tiene subalternos. En las Fuerzas Armadas, el
esquema jerárquico nos presenta la dicotomía de ser a la vez jefe y subalterno.
Los grados y las jerarquías nos posibilitan paran obtener cargos que nos
permiten de una manera legal ejercer una jefatura, ser jefe, pero también los
grados y jerarquías nos permiten ser “superiores”
a otros, superioridad esta que genera una autoridad distinta a la del cargo
pero con igual influencia en relación al subalterno. En Venezuela, las Fuerzas
Armadas, y en especial el Ejército, se nutren del pueblo en cualquiera de sus
clases sociales y son parte integral de él, a diferencia de otros ejércitos
donde es notorio el ingreso de ciertos grupos de la sociedad. Esta condición de
renovar constantemente sus cuadros con personal de todos los estratos en un
panorama social como el ya planteado, nos enfrenta a una ineludible realidad: nuevos cuadros del personal militar (en
especial profesional) formados con una capacidad crítica y con una base educativa
inestable donde el concepto de libertad ha enfrentado al de autoridad,
encuadrado en una organización con nuevos elementos legales de formas, cada vez
más numerosos que han reducido el “Fuero
Militar”. A pesar de todo esto, sin proponérselo, los esquemas de
formación militar en lo referente a la relación de autoridad Superior-Subalterno,
siguen atados a dogmas y atavismos que por no ser revisados y adaptados a
la realidad de los nuevos escenarios, no han permitido sincerar el proceso
formativo.
Estos
esquemas educativos se han dirigido a formar los profesionales únicamente como
subalternos, todo el esfuerzo va dirigido hacia la subordinación, la obediencia
y una disciplina condicionada a las anteriores (pilares fundamentales de la institución), descuidando progresiva y
peligrosamente la preparación intelectual y física, capacidad de análisis, sentido del criterio y visión del ejemplo como
mejor argumento, empleado por el jefe militar. Este creciente énfasis en
los primeros aspectos y ausencia casi total de los segundos ha originado una
serie de fallas y errores dentro de la organización, siendo uno de los más
palpables, la percepción calificadora que en algunos casos permite que los conceptos
de Obediencia y Disciplina se tergiversen por los de Sumisión y Servilismo, respectivamente, y que estos sustituyan los
valores tangibles que deben marcar la diferencia entre los profesionales. Este
juicio puede sustentarse observando como cada vez más los parámetros de
exigencias intelectuales y físicas son disminuidos a fin de que se perciba que
los grupos cumplen con ellos, lo cual afecta directamente el justo sentido de
la verdadera diferenciación en la evaluación.
Sin
querer profundizar en aspectos psicológicos que puedan afectar a cualquier
persona en el ejercicio de la autoridad, puede inferirse que un Jefe a falta de
competencia física, intelectual o profesional, se impondrá a sus subalternos
con el inobjetable argumento del cargo, grado o jerarquía, ya sea de manera
directa, como habitualmente es utilizado el poder bajo estas circunstancias, o
mediante la influencia indirecta que Carl
J. Friedrichc denominó “Reglas de
las Reacciones Anticipadas”.(Hacer lo que agrade al jefe)
Mientras
más casos como estos se presenten, más oscuro es el futuro institucional si
entendemos que en la mayoría de los casos, en las Fuerzas Armadas el
aprendizaje para ser “Jefe” se
realiza mediante el modelaje.
Los
profesionales desde el inicio de la vida militar, son exigidos como subalternos
y aprenden a ser superiores o jefes con los jefes que van teniendo, bajo una
visión profesional que generalmente le ha dado poder absoluto al superior sobre
la vida oficial y privada del subalterno, permitiéndole un control total de esa
persona, amparado en la universalidad del concepto “Asuntos de Servicio”, lo cual puede generar o hacer norma un
derecho ilegitimo de dar órdenes en cualquier dirección, protegiendo la
magnanimidad de su superioridad con un esquema de evaluación unipersonal,
(formatos, conceptos, recomendaciones, sanciones, etc.) cerrado, que en su
totalidad está orientado (así aparezcan parámetros con otros nombres) en la disciplina, obediencia y
subordinación para con el jefe de turno y no para con la institución,
aspecto este que en sí, no constituye la esencia de los valores que inculca la
filosofía de las F.A.N.
Con
este gran poder otorgado a un superior
militar con fallas en el ejercicio de
esa autoridad, por supuesto que
estaríamos en una situación de riesgo
enorme que pudiera
ocasionar paulatinamente daños considerables a los principios institucionales,
ya que en la vida militar la verdadera base de la institución la debe
constituir el ejercicio racional de la
autoridad por parte de los jefes a fin de evitar que la misma, como institución
necesaria, se debilite. Aprender a ser jefe sin la garantía del modelo común
puede seguir desencadenando vicios que conformen Estándares de Grupo por encima de Estándares Institucionales en una profesión donde la capacidad del
superior debe ser la base que brinde la seguridad a todo subalterno.
Recuperar
la credibilidad en la autoridad es un reto para las generaciones de Oficiales
que enfrentan la venida del siglo XXI, no basta con ser superiores o con ser
Jefes, hay que entender que hoy más que nunca no existen inferiores, que el
subalterno no debe ser subestimado y que en los cuadros profesionales el
Sub-Teniente de hoy, debe ser preparado para que esté en condición de competir
legalmente para ser el General del mañana; esa preparación debe comenzar por
estimularle desde sus inicios la capacidad de análisis crítico, lógico y
razonado que les permitirá discernir hacia las soluciones más expeditas. Los
jefes actuales y por mayores y más complejas razones los del futuro, han de
caracterizarse por la posesión de una cultura general profunda y viva, cuyo
grado ascendente deberá estar en relación directa con el número y calidad de
los hombres que están llamados a obedecer sus directrices.
La
vida militar exige en el Oficial condiciones profesionales, intelectuales,
morales y físicas, los jefes deberán bajo cualquier circunstancia, no dejar ninguna
duda ante los subalternos de su capacidad en cada uno de los parámetros
establecidos. Los ascensos y los cargos deben otorgarse a los que en la suma
total de todos estos aspectos obtengan las más altas puntuaciones, pero bajo
parámetros de evaluación que dependan del propio esfuerzo físico, profesional o
intelectual del Oficial que en confrontación directa con los demás
profesionales en su misma condición, demuestre superioridad, sin que quede
ninguna duda al respecto.
La
internalización del verdadero significado del vocablo “liderazgo”, debe ser el norte que oriente al Oficial del Siglo XXI.
Cuando un Jefe o Superior, ante los ojos del subalterno reúna elevadas
condiciones intelectuales, físicas y profesionales acreditadas para su grado o
cargo, mantenga una actuación pública y privada ajustada a la lógica y a la
razón (llámese “Condiciones Morales”),
posea una cultura general apropiada que le permita armonizar y equilibrar
conductas en sus subordinados y mantenga el estricto sentido de la equidad en
sus acciones y órdenes, estaremos ante la presencia de un profesional preparado
para cumplir con su rol en la institución, soportando su grado y su cargo en
sus propias condiciones y no en factores externos.
El
subalterno que perciba la situación descrita anteriormente, va a premiar a este
jefe; con el reconocimiento más valioso que puede hacérsele a un superior, sentirlo
su líder. Esta debe ser la cosecha que todo oficial busque recoger con
su actuación profesional. La percepción
del liderazgo es intangible, el titulo de líder lo da el subalterno, los
grados y los cargos actualmente son otorgados por los superiores que en un
momento determinado, representan a la institución.
Tenemos
muchos jefes que se aceptan y obedecen en favor de la disciplina, obediencia y
subordinación, necesitamos más líderes
que den prestigio a la autoridad del militar y permitan que nuestra profesión
se inserte realmente en la nueva concepción social del actual mundo globalizado,
donde los regímenes totalitarios no tienen cabida y donde debe entenderse que
los derechos de los subordinados en especial los que se refiere al honor, a la
reputación y a la vida privada, deben ser respetados ya que la indefensión
a la que están sometidos en beneficio de la disciplina, obediencia y
subordinación, debe estar compensada y respaldada por la capacidad del jefe
para impartir ordenes ajustadas al criterio y a la razón, en búsqueda del fin
último que persigue el ejercicio de la autoridad como lo afirmase el ya citado Coronel Juan Arancibia; el bien común de la trilogía individuo,
misión e institución.
“Las personas temibles no son las que no están de acuerdo
con nosotros, sino, las que están en desacuerdo y son demasiado serviles,
sumisos o cobardes para decirlo” El autor.